El 10 de mayo de 2015, Chiara Páez, una adolescente de 14 años y embarazada, fue asesinada en Rufino, Santa Fe. Su femicidio desató una ola de indignación que culminó en la primera marcha nacional bajo la consigna “Ni Una Menos”, un grito colectivo que marcó un antes y un después en la lucha contra la violencia de género en Argentina.
Chiara desapareció la noche del 9 de mayo de 2015 tras salir con amigas y decir que iba a encontrarse con su novio, Manuel Mansilla. Su cuerpo fue hallado al día siguiente, enterrado en el patio de la casa de los abuelos de él. La autopsia reveló que estaba embarazada de ocho semanas y que había sido asesinada a golpes. Además, se encontraron restos de un medicamento abortivo en su organismo, lo que indicaba que había intentado interrumpir el embarazo.
En 2017, Manuel Mansilla fue condenado a 21 años de prisión por el femicidio de Chiara. Sin embargo, en 2022, la Corte Suprema de Santa Fe anuló la sentencia, argumentando que al momento del crimen el imputado tenía 16 años y debía ser juzgado por el fuero penal juvenil. Esta decisión generó una fuerte indignación en la sociedad y en la familia de Chiara, que consideraron que se estaba priorizando la edad del agresor por sobre el derecho a la justicia de la víctima.
A diez años del asesinato de Chiara, su nombre sigue siendo un símbolo de la lucha contra la violencia machista. El movimiento Ni Una Menos ha logrado avances significativos, como la tipificación del femicidio en el Código Penal y la sanción de leyes que establecen reparaciones económicas para los hijos e hijas de las víctimas. Sin embargo, aún persisten desafíos, como la implementación efectiva de políticas públicas y la erradicación de la violencia estructural que afecta a las mujeres en Argentina.